viernes, 11 de noviembre de 2011

Hell On Wheels; hipervisibilidad western

Decir que Cullen Bohannan comparte caballo con Seth Bullock es el despropósito seriéfilo de la temporada. Que Deadwood sea el único western de la televisión de las últimas décadas (insisto: El revólver maldito y Tierra de lobos no cuentan) y encima se haya llevado la palma como el más significante producido nunca para la pequeña pantalla no quiere decir que toda serie del oeste tenga que parecerse a ella. De hecho, el western crepuscular parece estar de capa caída y han tenido que venir alienígenas a alegrar el cotarro del lejano oeste con más o menos fortuna; Gateway, próxima incursión de TNT en el género, y Hell On Wheels, de estreno en la parrilla de AMC, son el reverso catódico de este far west posmoderno. Joe y Tony Gayton, responsables de esta última, demuestran que conocen las reglas de los ejemplares más clásicos del western y se han propuesto darle visibilidad, colorido y filtros de Premiere. Hell On Wheels es a las pelis del oeste lo que Spartacus al gladiador y Roma al género histórico. Puro hiperrealismo, vamos.

Lo del arrepentimiento y la redención no se lleva en Hell On Wheels, o al menos de momento, y mucho menos teniendo como protagonista a un ex militar, Cullen Bohannan (Anson Mount), que busca la sangrienta venganza de los hombres que mataron a su mujer. Y encima quiere que nos parezca bien, así, a lo Revenge. Ni desmitificación del género ni exploración histórica; la serie de la AMC se sirve de Hell on wheels, el campamento de constructores de Union Pacific, el primer ferrocarril transcontinental de Norteamérica, para contar una historia más sobre el resarcimiento y la corrupción del poder con algún tiroteo de por medio. Y de paso poner en forma contemporánea algunas de las fórmulas del western, uno de los géneros más desagradecidos para la televisión. El piloto de Hell On Wheels es sintomático: Bohannan ayuda a situar la trama principal en un contexto espacial determinado, presentar de forma sencilla a los personajes, y plantear de manera atractiva las principales líneas de continuidad (¿seguirá la conclusividad de Revenge en la venganza?). Y eso es mucho pedir.

Donde Deadwood emplea las formas del western para desmitificar su significado más clásico y arrojar algo de luz sobre el contexto histórico, Hell On Wheels utiliza ese contexto histórico como simple excusa para ejercitar las convenciones del oeste audiovisual. Su falta de densidad dramática respecto a la de HBO (es complicado ser tan densa como ésta) no resta también en su honestidad; no es para nada despectivo usar las reglas del género con el sencillo fin de entretener, siempre y cuando las fórmulas destilen el significado para el que fueron creadas. Y lo bueno es que Hell On Wheels hace un lavado de cara a esas desgastadas convenciones y se las entrega a AMC brillantes y engrasadas. La serie de los Grayton se aprovecha de un espacio que da mucho juego (el campamento de Hell on wheels), personajes condenados y malos de libro; tira de imaginario audiovisual y composición westeriana (véase la escena de la iglesia) de una manera hipervisible y casi incómoda, pero de momento entretenida. Hell On Wheels es un western ciertamente retórico y vergonzante, pero es que como Deadwood no hay ninguno.

martes, 8 de noviembre de 2011

Ringer; The CW meets Hitchcock

The CW sabe quién es Hitchcock, y se ha propuesto desatar su ira póstuma. Ringer se pirra por el suspense criminal y el giallo italiano y todo lo sintomático y actual que tiene el rollo de la identidad. La cosa es que la nueva serie de Sarah Michelle Gellar se aleja de Fringe en esto de la bipolaridad contemporánea y se acerca peligrosamente al culebrón noventero de Manuela, ése en el que había una gemela buena y otra con la cara achicharrada. Y ahora no parece tan mala idea; lo cierto es que Eric C. Charmelo y Nicole Snyder, responsables de Supernatural, sorprendieron en su intención de producir para The CW una serie sobre la suplantación de personalidad entre dos hermanas con el mismo rostro, algo todavía no muy explotado en la tele yanqui, y mucho más si conseguían rescatar a una estrella catódica como Buffy Cazavampiros y darse algo de publicidad. Ringer sobrevive a pesar de las críticas, y mejora capítulo a capítulo su potencial como intriga fratricida. Eso sí, habiendo sacrificado desde el primer episodio la seriedad por lo bizarro del invento.


Bridget Kelly y Siobhan Martin fueron las primeras en aterrizar en la parrilla de otoño, y con razón. The CW preveía que su serie iba a ser la risión de la temporada, así que cuanto antes pasáramos el trago mejor. Y eso que Charmelo y Snyder se lo curraron para la ocasión: el piloto de Ringer despliega la historia de Bridget, que recurre a su hermana gemela, Siobhan, con la intención de huir de un antiguo novio de cuchillo fácil. En esto que Siobhan muere devorada por un chroma y Bridget toma la vida rica y neoyorquina de su consanguínea, sin saber que ésta tiene mucho más que esconder. Para el resto de capítulos, Ringer tenía buena materia prima: persecuciones pistola en mano, baúles con sorpresa dentro y alguna que otra llamada telefónica a lo slasher para poner los huevos de corbata. Y es que no está nada mal columpiarse en referencias genéricas de efectividad más que comprobada, y mucho menos en esta época (véase Pan Am), pero sí convertir una buena idea en un desfile superficial de bolsos y tacones y una lista de Spotify de teenager confundida.

El principal problema de Ringer es que ni ella misma se toma en serio, y mucho menos cuando Sarah Michelle Gellar, una actriz de demostradísima limitación interpretativa, tiene que dar la cara doblemente. Acompaña a la susodicha un reparto de actores más o menos buenos (Tara Summers es de lo mejor de la serie, Ioan Gruffudd no lo hace mal y Kristoffer Polaha podría dedicarse a otra cosa) cuya actuación se pierde entre la vistosidad de los lofts del Upper East Side y los peinados chonis de Bridget/Siobhan. Justamente cuando Ringer empieza a demostrar su calidad como soap-opera criminal, la ficción ya ha dejado más que claro que su única baza para que la audiencia se quede con ella es repetir una y otra vez anécdotas cutres sobre espejos que no dejan de devolver dobles reflejos. ¿Nos quedamos con Ringer como thriller o como una Gossip Girl malrrollera para maduras? Lo innegable es que The CW lo ha vuelto a hacer. Conseguir que una serie sea buena de lo mala que es, que también tiene su mérito.