jueves, 2 de junio de 2011

Corrupción televisiva y la trampa del escribano


Con esto de la revolución, parece que está de moda meterse con los que tienen el poder… Pero es que, además de ladrones, los hay muy bárbaros... Que le pregunten al escribano hortelano, un pájaro comilón de unos 15 centímetros de largo que es encerrado y cebado como una oca, ahogado en whisky, desplumado y asado, y masticado durante un cuarto de hora para que se deshaga en la boca. Se dice que el comensal debe taparse la cabeza con una servilleta para ocultar su crueldad… y con razón. Así habla Rubén Bertomeu al comienzo del segundo episodio de Crematorio, acerca de una de las prácticas gastronómicas más crueles, sólo al alcance de los más ricos. Ilegal, feroz y exclusiva.

La escena de Crematorio, indudablemente una de las mejores de la temporada televisiva recién acabada, expresa con una contundencia violenta y aplastante las dinámicas alrededor de las que se mueve la corrupción institucional worldwide. Y viene de una ficción española, que conste. La serie de Canal Plus ha supuesto un reboot para todas las que hablan de los cadáveres tras las mafias institucionalizadas, de “las cenizas que produce el poder”. Crematorio añade el plus de la idiosincrasia delictiva de nuestro país; además de las víctimas y los verdugos, habla de todas aquellas familias que, acercándose al olor suculento de la pasta, han acabado devoradas por sus propios crímenes. 
David Simon fue de las primeras moscas cojoneras de los de arriba… El productor de The Wire fue testigo durante años de los crímenes derivados del narcotráfico y su alianza con las instituciones gubernamentales como periodista del Baltimore Sun, y plasmó parte de su experiencia en las novelas Homicidio y The Corner, germen de la ficción final que lo consagró como el Dickens televisivo. Y es que por algo The Wire es considerada hoy como el Gran Relato Americano; es una radiografía global, exhaustiva e increíblemente realista sobre cómo el entramado mafioso del narcotráfico esclaviza a los olvidados de la sociedad norteamericana desde los inexpugnables despachos de los ayuntamientos. 
Y es que los que mueven el cotarro político y social son actualmente los protagonistas de la crónica negra televisiva, incluso en los ejemplares del género policiaco más purista, quitándoles el puesto a psicópatas y terroristas. Es muy significativo que uno de los protagonistas de Ley y Orden: Unidad de Víctimas Especiales, muera investigando el caso de un narcotraficante mexicano protegido por un cónsul, alrededor del que gira su última entrega; o que The Chicago Code dedique su primera y única temporada a la persecución de un concejal relacionado con la mafia irlandesa… 
La corrupción institucional ya no es una curiosidad episódica y conclusiva en las ficciones, es un enemigo tan real que las series que lo retratan se han convertido en gritos de denuncia y de reivindicación de las fuerzas que persiguen sus crímenes. Tal es el caso de El puntero, miniserie argentina estrenada el pasado mayo acerca de un político empeñado en convertirse en alcalde a toda costa, o El equipo, nueva ficción mexicana protagonizada por una unidad policial encargada de desmantelar la corruptela del narcotráfico... Un enemigo desdibujado, disperso, permeable, escurridizo, al que es imposible eliminar del todo…

2 comentarios:

  1. No me ha gustado nada enterarme de lo del pájaro.

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  2. Es que como son estos mafiosos, de verdad... Eso sí, molan más en versión cañí, con fincas andaluzas y caballos de por medio...

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